viernes, 24 de octubre de 2008

DEPRECION ECONOMICA DE LOS AÑOS 30

Entre las herencias dejadas por la primera guerra mundial, se cuentan una serie de transformaciones, paradojas y contradicciones que hicieron sentir la fragilidad del nuevo orden internacional. El signo de cambio más evidente, aparte de la desaparición de los imperios centroeuropeos, fue la transformación de los estados unidos en primera potencia mundial. En 1914, este país debía a Europa 3000 millones de dólares; mientras que en 1918, el viejo continente debía a estados unidos entre 12000 y 14000 millones de dólares. De gran deudor, se transformo en la principal potencia acreedora del mundo. Sus aliados en Europa, Inglaterra y Francia, no habían logrado traducir en la misma proporción la victoria militar y los avances económicos; por el contrario, algunos investigadores sostienen que fueron sus economías las más perjudicadas con la guerra. La millonaria deuda contraida con EE.UU y la difícil reconversasion de la industria de guerra en una industria verdaderamente productiva, terminaron por obligar a ingleses y galos a reducir el monto de las indemnizaciones de la guerra impuestas a Alemania en 1921. De otra forma, la destruida economía alemana no habría podido saldar sus obligaciones con las potencias triunfantes.

Gran parte de la deuda Europea se pago con nuevos prestamos norteamericanos y así, a partir de 1924, la inversión, el consumo y la reactivación económica lograda basándose en créditos, aparentaban haber llegado a niveles de normalidad. En tan paradójica situación, la sociedad de naciones admitió la presencia de Alemania en el entendido de que la restauración de la economía internacional se lograría sobre bases de consenso y colaboración. En esta ilusoria época de prosperidad, los franceses solían decir “París esta de fiesta”. Una prosperidad, sin embargo que sería bastante efímera.

La caída de la bolsa de Nueva York, en 1929, fue el punto de partida de una crisis económica que se convirtió en una larga depresión, la mayor trascendencia que el capitalismo había sufrido hasta entonces. Afecto a todo los países, a todos los sectores económicos, a todas las clases sociales. Su intensidad fue de tal magnitud que provoco una profunda transportación en el sistema capitalista. La catatrosfe no solo adquirió dimensiones económicas y sociales, sino también emocionales e ideológicas y desintegro la confianza de la prosperidad americana. Además con la depresión agravo la crisis del estado liberal y favoreció el ascenso del nazismo, que condujo a la segunda guerra mundial.

Los Signos que presagian la depresión
Los avances de la técnica, la producción en serie y la extraordinaria cosecha de divisas que los Estados Unidos obtenía de los deudores europeos, marcaron el fuerte ritmo de crecimiento de la economía norteamericana. En la década de los veinte los sucesivos gobiernos republicanos de Warren Harding, Calvin Coolidge y Herbert Hoover, volvieron al país a su tradicional aislacionismo y consagraron todas sus energías y fuerzas a la expansión económica. La reserva de oro norteamericana que era de 1800 millones de dólares en 1919 alcanzo en 1928 a los 4500 millones, es decir, la mitad del oro acuñado en el mundo entero. En 1925, los estados unidos aportaban a la economía mundial mas de la mitad del hierro, carbón, acero, cobre, petróleo, y algodón, mientras que la población de los estados unidos no sobrepasaba el 5% de la población mundial.
Por otra parte, en las 2 primeras decadas de este siglo, América latina había desarrollado un régimen económico basado en la monoexportación de materia primas tales como frutas, café, azúcar, caucho, petróleo, cobre y estaño, que vendían a bajisimos precios al país del norte. A su vez, estos países constituían magníficos mercados para los productos manufacturados de los norteamericanos.

Este ambiente donde la prosperidad parecía eterna, el ciudadano medio de estados unidos compraba, indiferentemente y a crédito, radios, automóviles y cuanta manufactura ofrecía la poderosa industria de su país. En el mismo periodo el mercado bursátil, la compra-venta de las acciones de la bolsa de valores, se había desarrollado en forma tan sorprendente como la producción industrial y, en vista que las cotizaciones de las acciones subían con regularidad, cundió entre la población la fiebre irresistible de invertir en la bolsa de valores. La sostenida demanda hizo subir a las acciones a alturas increíbles, sin que los especuladores, profesionales o aprendices, sospechaban que estaban levantando un castillo de naipes que luego se derrumbaría.
El Crack de 1929

La crisis bursátil sorprendió a una sociedad sumergida en el optimismo de la aparente prosperidad. Fue, a la vez, resultado y efecto de la debilidad de la economía americana, cuyos signos precursores se anunciaban desde 1925.

En la fase expansiva de los años veinte, el volumen de inversiones fue muy elevado, gracias a las altas ganancias obtenidas a causa del incremento de la productividad y de la moderación de los salarios. Pero esta situación ayudada por las elevadas tasas de paro provocó que la producción fuera superior a la demanda.

Hacia 1928 comenzaba a manisfestarse la primera señal de contradicción económica en áreas como la construcción y las industrias que la complementaban. A comienzos de 1929 fue evidente una disminución de las ventas del cobre y del acero lo que llevo a los accionistas a una especulación bursátil (Comprar acciones a bajo precio con el objetivo de revender a un mejor precio en un breve periodo de tiempo) y la estabilización de la Bolsa de valores de Nueva York. La confianza en una aparente prosperidad de la situación económica favoreció un aumento de la concesión de créditos. Sin embargo el alza del valor de las acciones no correspondía a de la actividad económica del país. El precario equilibrio entre la bolsa y la realidad económica, cada vez más critica, provoco el hundimiento de los valores de las acciones de la bolsa de Nueva York sin embargo a pesar de estos primeros signos, los especuladores todavía compraban acciones.

Con el tiempo algunos profesionales financieros pensaron que tal vez fuera más rentable invertir en otros activos fuera de la bolsa por lo que empezaron a vender sus activos bursátiles. Se inicio un fuerte movimiento vendedor. El 23 de octubre se vendieron seis millones de acciones, a precios cada vez menores y al día siguiente denominado jueves negro se vendió el doble. El lunes se vendieron nueve millones de acciones; el precio de éstas había caído en más de 14.000 millones de dólares en menos de una semana. En el `martes negro' se colapsó la Bolsa; el precio de las acciones de las mayores empresas, como General Electric o Woolworth, también cayó. Ese día se vendieron más de 16 millones de acciones, con una pérdida de valor superior a los 35.000 millones de dólares. Lo ocurrido en Wall Street se reprodujo de una forma vertiginosa en las demás bolsas de Estados Unidos, desde Chicago hasta San Francisco.

Para 1932 unos 5000 bancos norteamericanos habían desaparecido, centenares de industrias cerraron su puertas y decenas de miles de trabajadores quedaban en la cesantía. La crisis siguió hasta 1933 y provoco una ruina de millones de grandes y pequeños inversionistas;

LA EXTENSION DE LA CRISIS

La crisis bursátil se extendió pronto a todos los sectores de la economía americana, dando lugar a un círculo vicioso que originó una profunda depresión. (Anexo Nº )

- Crisis financiera. La no-devolución de préstamos por los inversores arruinados provocó la quiebra del sistema bancario y, al mismo tiempo, quiebras empresariales en cadena por falta de financiación. La falta de liquidez afectó al consumo y a las inversiones, y tuvo como consecuencia inmediata la caída de la producción.

- Crisis industrial y comercial. La reducción de la demanda aceleró el descenso de los precios, lo que provocó la disminución de beneficios y, por tanto, se contrajo la actividad empresarial. Esta situación incrementó la tasa de paro que, junto con la bajada de salarios, contrajo, a su vez, la capacidad de compra. Como consecuencia aumentaron los stocks y se redujo aún más la producción industrial.

- Crisis agrícola. La caída de los precios afectó con más virulencia a la agricultura, sector que vivía una crisis de sobreproducción desde 1925.
Los vínculos de interdependencia existentes en la economía mundial propagaron con rapidez la crisis americana a otros continentes, principalmente a Europa y sus colonias.
La crisis financiera de Estados Unidos provocó la reducción de préstamos a Europa y la repatriación de capital norteamericano invertido en el extranjero. Ello motivó quiebras empresariales y bancarias y devaluaciones monetarias, y privó a la mayoría de los países europeos de sus medios habituales de pago. Los efectos de la crisis industrial también se notaron en los países europeos que, al igual que Estados Unidos, adoptaron medidas proteccionistas para intentar potenciar la producción nacional. Entre 1929 y 1932, el comercio mundial se redujo en dos terceras partes. Austria y, sobre todo, Alemania fueron los países europeos más afectados por la crisis, ya que sus economías se basaban en las aportaciones de capital norteamericano. Gran Bretaña intentó frenar la crisis con una rápida devaluación de la libra, que relanzó sus exportaciones. En Francia, las repercusiones fueron más tardías.

Así pues, toda Europa, con excepción de la URSS, se vio envuelta en la crisis. Ésta se extendió también a América Latina y a las colonias cuando el retroceso de la demanda hizo caer la producción y el precio, hasta un 60%, de las materias primas y los productos agrícolas.

LAS CONSECUENCIAS SOCIALES Y POLITICAS

Las consecuencias sociales fueron devastadoras a escala mundial. El descenso de los salarios y el desempleo fueron fenómenos generalizados, que empobrecieron a miembros de todas las clases sociales (Anexos Nº - - ). Buena parte de la clase obrera y los campesinos sufrió la miseria y la indigencia, mientras que las clases medias (funcionarios, profesionales liberales, pequeños empresarios, etc.) iniciaron un proceso de proletarización (Anexo Nº ). Las marchas del hambre se sucedían en Estados Unidos y Europa. En Norteamérica se contabilizaba más de un millón de personas sin hogar, que se hacinaban en barracas (ciudades de lata) en los extrarradios urbanos (Anexo Nº ). Por otra parte, las desigualdades sociales se acentuaron, ya que la diferencia de nivel de vida entre ricos y pobres era cada vez mayor.

Aunque hubo una respuesta social (manifestaciones, huelgas, motines...), también se dio una fuerte represión patronal y gubernamental, ante el temor a los ideales comunistas (peligro rojo). Esta situación, unida a la desconfianza en las soluciones que pretendían aportar los sindicatos, explica en parte que la contestación social quedase dispersa y no diese lugar a un verdadero movimiento revolucionario.

La Gran Depresión, y su secuela social, conmocionó también el orden político que sustentaban la economía capitalista. La ineficacia de la mayor parte de los gobiernos para actuar contra la crisis llevó a la población a cuestionar la democracia liberal y a buscar soluciones en ideologías extremistas, anticapitalistas y antidemocráticas, que defendían Estados autoritarios, ya fueran de tendencia comunista o fascista.

Durante la década de los años treinta, en la mayoría de los países europeos los regímenes políticos democráticos fueron sustituidos por regímenes autoritarios, generalmente de ideología fascista, gracias al apoyo de los grupos políticos conservadores de derechas, que veían el comunismo como una amenaza a la estabilidad política y a su estatus social.

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