jueves, 23 de octubre de 2008

KEYNESIANISMO

Economía keynesiana, o Keynesianismo, teoría económica basada en las ideas de John Maynard Keynes, tal y como plasmó en su libro Teoría general sobre el empleo el interés y el dinero, publicado en 1936 como respuesta a la Gran Depresión en los años 1930.


Objetivo

La economía keynesiana se centró en el análisis de las causas y consecuencias de las variaciones de la demanda agregada y sus relaciones con el nivel de empleo y de ingresos. El interés final de Keynes fue poder dotar a unas instituciones nacionales o internacionales de poder para controlar la economía en las épocas de recesión o crisis. Este control se ejercía mediante el gasto presupuestario del Estado, política que se llamó política fiscal. La justificación económica para actuar de esta manera parte, sobre todo, del efecto multiplicador que se produce ante un incremento en la demanda agregada.


Ruptura con el dogma clásico


Keynes refutaba la teoría clásica de acuerdo a la cual la economía, regulada por sí sola, tiende automáticamente al pleno uso de los factores productivos o medios de producción (incluyendo el trabajo y el capital). Keynes postuló que el equilibrio al que teóricamente tiende el libre mercado, depende de otros factores y no conlleva necesariamente al pleno empleo de los medios de producción, es decir, que los postulados basicos de Smith ( tal como fueron formalizados por Say) dependen de una premisa que no es necesariamente correcta o "general". Así Keynes postuló que la posición de Smith, Say o Ricardo, sobre el equilibrio de la oferta y la demanda, seria correspondiente a un caso "especial" o excepcional, en tanto que la teoría debería referirse al fenómeno "general" y a los factores que determinan la ocupación en la realidad. en consecuencia llamo a su proposición "Teoría general".


En términos no técnicos, el liberalismo económico clásico supone que cuando se produce un bien se han producido también los medios para su compra (en la medida en que para producirlo se ha gastado dinero, ya sea en inversiones de capital, compra de materias primas, sueldos, etc.). En esa situación lo racional es comprar (dado que mantener dineros sin uso no produce beneficios. En todo caso, el posible ahorro de algunos es equilibrado por el endeudamientos de algún otro). Sigue además que para fomentar crecimiento económico hay que fomentar la producción: a más producción, más dinero, más compras, etc. Así, en el largo plazo, no solo todo lo que se produce es lo mismo que todo lo que se compra sino que todos están interesados en que el sistema funcione a máxima capacidad (se logra un equilibrio entre la producción y la demanda agregada que tiende al máximo uso de los recursos).


Keynes postuló que en ciertas situaciones es económicamente racional no gastar dinero. Por ejemplo, si los precios están bajando es racional no comprar hoy porque con el mismo dinero se comprará más la semana que viene. Por el mismo motivo, disminuye la cantidad de gente interesada en utilizar préstamos (los ahorros de otros): si los precios bajan, no solo se comprará más la semana que viene sino que las tasas de interés, sueldos, etc. serán menores. Igualmente, una baja del empleo o de los salarios puede llevar a otra en la demanda, y por lo tanto a una baja en la producción, llevando a su vez a más desempleo. Así, sucede que la economía establece un punto de equilibrio nuevo donde convive perfectamente en una situación lejana de la utilización óptima de los medios de producción. Específicamente, en la década de los '30 del siglo XX, durante la Gran Depresión, con una alta tasa de paro.


Para tratar de explicar el funcionamiento real de la economía y sus diferencias con el esquema formal del dogma clásico, Keynes desarrolló los conceptos de propensión a consumir, multiplicador de la inversión, eficiencia marginal del capital y preferencia por la liquidez.



Propensión a consumir, ahorro e inversión

La propensión marginal a consumir es la variación del consumo cuando el ingreso disponible varía en una unidad, es decir, la relación entre una variación en el ingreso y la modificación correspondiente en el gasto en consumo.


Formalizando lo anterior. Keynes postuló la ecuación del consumo, C=Co+cYd, donde C es el consumo total, Co es el consumo autónomo (aquel consumo que no depende del ingreso), c es la propensión marginal a consumir, e Yd (Yd=Yt-T+TR, donde Yt es el ingreso total, T son los impuestos y TR son las transferencias) es el ingreso disponible.


Si la propensión a consumir es débil y las oportunidades de inversión no son atrayentes, una parte del ingreso que no se consume no se invertirá y la demanda efectiva se reducirá, por lo que la economía se contraerá y el nivel de empleo descenderá. De manera que como el ahorro y la inversión no siempre están en equilibrio, al estado le corresponde actuar para asegurar que el nivel de inversión necesario para multiplicar la actividad económica y garantizar el pleno empleo.
En términos prácticos, y para contrarrestar la espiral negativa de los '30, Keynes proponía que en momentos de estancamiento económico, el estado tiene la obligación de estimular la demanda con mayores gastos económicos, de manera que consideró la
política fiscal como un instrumento decisivo.


Teóricamente, hay tres maneras que el Estado puede financiar esos gastos: 1.- Aumentar los impuestos. 2.- Imprimir más dinero y 3.- Endeudamiento fiscal (uso de los dineros que la población está ahorrando). Aunque para Keynes el incremento de impuestos era legítimo si se orientaba al aumento de la inversión pública y de la demanda, consideraba adecuado financiar el incremento del gasto fiscal a través del endeudamiento, en lugar de dedicar todos los impuestos recaudados al pago de deudas. El otro lado de esa política es que el Estado debe pagar esa deuda cuando sus ingresos aumenten, debido al incremento por ingresos de impuestos cuando eventualmente haya un auge (nótese: ese aumento en los ingresos se debe al auge o expansión en la economía, etc, no a un incremento en la tasa de impuestos). En otras palabras, la propuesta de Keynes es que el Estado debe jugar en general un papel contracíclico en la economía: estimulando la demanda en momentos de recesión y restringiéndola en momentos de auge. De esta manera, los ciclos económicos se aminoran y no se transforman en crisis.


Tasas de interés y rentabilidad


Otro aspecto fundamental de la teoría keynesiana es el relativo a la necesidad de regular las tasas de interés, de manera que sean inferiores a la eficiencia marginal del capital. La teoría clásica suponía que las leyes del mercado harían mover las tasas de interés al punto adecuado para garantizar el rendimiento de las inversiones, pero también en este caso el dogma clásico apenas cubría casos excepcionales, en tanto la realidad funciona generalmente en otra forma. La preferencia por la liquidez, lleva a la gente a atesorar o a tratar de tener dinero efectivo o disponible; "la tasa de interés es el premio que tiene que ofrecerse para inducir a la gente para conservar su riqueza en cualquier otra forma distinta al dinero atesorado".


Si las autoridades monetarias fallan en reducir las tasas de interés por debajo de la eficiencia marginal del capital, la economía se contraerá irremediablemente, aunque la causa de fondo del desánimo de la inversión no es el nivel de las tasas de interés sino la caída de la rentabilidad. Para Keynes, finalmente, una recesión "es el resultado del cambio cíclico de la eficiencia marginal del capital".


Consideraciones políticas

Dentro de la coyuntura histórica, económica y política, el keynesianismo —y sus proyectos consecuentes como el Estado de Bienestar y el desarrollismo— dio a los dirigentes mundiales la oportunidad de salvar la democracia, cuya existencia llegó a verse amenazada debido al auge de las dictaduras producto de la incapacidad del liberalismo clásico de resolver la crisis. Debido a esta razón los principios del keynesianismo fueron aplicados de una u otra manera en gran parte de los Estados occidentales desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta que en los años '70 un nuevo tipo de crisis llevó a su cuestionamiento y el resurgimiento de aproximaciones clásicas bajo el neoliberalismo.

Si bien las repercusiones político-económicas de Keynes y varios de sus partidarios son variadas, algunos creen que la idea del keynesianismo es salvar al capitalismo o mantenerlo estable. Desde el lado opuesto, pero quizás con la misma intención y similares mecanismos retóricos, Keynes es descrito como siendo "mucho más que un keynesiano. Sobre todo fue la figura extraordinariamente perniciosa y maliciosa que hemos examinado en este capítulo.


Un encantador pero ambicioso estatista maquiavélico, quien personificaba algunas de las tendencias e instituciones más malignas del siglo veinte Quizás desde una visión un poco más medida Waligosrky aduce que esas políticas fueron adoptadas: "como una resguardo contra el poder del mercado para socavar nuestras instituciones políticas y sociales más valuables. ..(..).. un mercado totalmente libre es definitivamente no el mejor para una democracia, un mercado sin regulaciones no garantiza justicia ni prosperidad..."


Desde el punto de vista de Keynes mismo, y a nivel de la Economía política el punto central de su teoría se basa en una percepción derivada tanto de Marx como de Schumpeter. ambos pensadores consideran que la crisis es, en el mediano y largo plazo, una parte intrinsica del sistema capitalista (y que eventualmente lo destruiran) Ambos pensadores permiten entonces a Keynes sugerir que el sistema delineado por Adam Smith solo puede referirse a una etapa y momento especifico en el cual el capitalismo se estaba desarrollando pero que en general, ese desarrollo no puede existir sin la crisis y no puede dar prosperidad en un lugar si es que no esta explotando en algun otro. Ironicamente, el keynesianismo podria retornar la acusacion que los partidarios de la Escuela Austriaca le hacen "podríamos resumir la tesis de Hazlitt en que las falacias y los errores económicos provienen de fijar nuestra atención en los efectos que una medida económica tiene a corto plazo y sobre un reducido sector."


Pero tal respuesta, a pesar de ser correcta, podría quizás llevar a un equívoco: si aceptamos que las crisis son parte inherente del capitalismo, la eliminación de ellas demanda medidas que vayan más allá que ese sistema. En sus palabras "solo el Estado puede restaurar los equilibrios fundamentales", y la participación del Estado implica movimiento hacia el socialismo.


El problema —por lo menos para algunos— es que por un lado el desea que esa transformación sea democrática y por el otro, cree que para eso se necesita un nivel de comprensión y control sobre la economia que en su tiempo por lo menos no existia. El cambio del sistema de propiedad de los medios de producción no basta para resolver los problemas de la economía. Keynes dijo en 1926, como respuesta a la proposición de que lo que se necesitaba era la "insurrecion proletaria": "Nos hace falta, más que normalmente, un esquema coherente... Todos los partidos políticos tienen sus orígenes en ideas del pasado, no en nuevas y ninguno más notoriamente como los de los marxistas. No es necesario debatir las sutilezas de lo que justificaría a un hombre para promover su evangelio por la fuerza, porque nadie tiene ese evangelio. La próxima movida es con la cabeza, pero primero debemos esperar Keynes no puede pensar de otra manera. Si la percepcion que la descripcion de Smith y las formalizaciones posteriores corresponden a un momento y lugar particular es correcta, sigue que las leyes generales de la economía, especialmente la "ingeniería económica" (esa rama que se refiera a las decisiones prácticas, del día a día, empresa por empresa, etc.) están por descubrirse (ver, por ejemplo, el debate sobre el cálculo económico en el socialismo y Cálculo económico (propuestas socialistas de solución)).


La propuesta que Keynes eventualmente produjo -llamada socialista y siniestra por los partidarios de la Escuela Austriaca es la eliminación del poder de la escasez del dinero, situación usada y exacerbada, en su opinión, por la acción de los "rentiers" (especuladores, financistas o capitalistas) a través de la acumulación que les permite demandar altas tasas de interés por su uso, lo que lleva, en su opinión, al "poder progresivamente opresor de los capitalistas para explotar el valor de la escaces del capital" (ver cita anterior). Esa eliminación se basa en dos medidas fundamentales: el abandono definitivo del oro como moneda y su reemplazo con el sistema de divisa moderna, que se podría llamar dinero fiduciario pero que puede ser vista como un paso hacia la concepción del dinero como unidad de cuenta. La otra medida complementaria fue poner el rol de emisor del dinero y control sobre la Tasa de interés en el estado a través del banco central. Estas propuestas fueron generalmente adoptadas a nivel mundial con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial a nivel de los países, pero su corolario lógico (la adopción de un sistema monetario común independiente de los gobiernos individuales) no lo fue.


En la actualidad algunos partidarios del neoliberalismo abogan por la vuelta al patrón oro. Alan Greenspan, por ejemplo, alega que "un antagonismo casi histérico hacia el patrón oro une a todos los estatalistas. Parecen darse cuenta, tal vez con mayor claridad y sutileza que muchos liberales, que el oro y la libertad económica son inseparables, que el patrón oro es un instrumento del laissez-faire, y que cada uno implica y requiere el otro. (curiosamente, al hacer esto parecen olvidar que von Mises en su critica a Keynes sugiere que "El dinero es solamente el medio de intercambio generalmente empleado"). Para ellos, la decisión de Bretton Woods no fue una falla de aceptacion del keynesianismo y la imposición de los intereses de EE.UU. sino resultado las opiniones de Harry D. White, representante de EEUU en esas conversaciones y presuntamente simpatizante comunista. Aparentemente así como algunos reducen todo a través de un "analisis de clases" a una conspiración burguesa, otros lo reducen, a traves del análisis de las conspiraciones, a la acción del "estatismo.







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